“Todo innovador no es celoso de lo que sabe”. Este parece
ser el mantra de Germán Nagahama Schell, el argentino que acaba de ganar la
medalla de oro de la Exposición Internacional de Invenciones de Ginebra en la
categoría de Seguridad por un nuevo sistema de emergencia que usa lámparas de
agua.
Se le ocurrió reformular el invento de la celda galvánica o
pila de Volta, llamadas así en honor a dos científicos, Luigi Galvani y
Alessandro Volta, pero cambiando sus componentes para generar electricidad a
partir del uso de agua (dulce o salada). “Mi idea fue un desarrollo para
aprovechar una celda que no contenga ningún elemento contaminante”, explica el
inventor.

La energía producida para generar electricidad se origina de
un proceso químico: la electrólisis. Funciona porque existen tres elementos
fundamentales para producirla: un electrodo con carga positiva, llamado ánodo;
otro electrodo con carga negativa, llamado cátodo; y un conductor, en este
caso: el agua.
Pero el agua, por sí misma, no es una gran conductora de
electricidad y generalmente necesita de una nueva sustancia que estimule la
circulación de la electricidad: un electrolito. Los electrolitos pueden ser
ácidos, bases o sales.
“Los primeros experimentos de la historia empezaron con
ácido porque tiene una gran capacidad oxidante, mi desarrollo se basó en ir
mejorando esa cantidad y generar energía sin necesitar elementos más que el
agua en sí, que no tenga que tener ninguna característica adicional”, explica.
Elaboró un segundo prototipo, pero encerraba otro problema
por resolver: “Tenía que aislar el interruptor del sistema electrónico, tuve
que rediseñarlo”. El inventor quería asegurarse de que el agua no entraría en
contacto con el interruptor.
A la par de esto, Germán ya se había puesto en contacto con
el Foro Argentino de Inventores y, en 2018, participó en la muestra Innovar con
su invento. En ese momento, con una lámpara algo más alta, cerrada, que ya
estimaba que contaba con una autonomía de 40 horas.

La lámpara que le valió la medalla y que espera que funcione
como un sistema de emergencias para zonas de difícil acceso, mide 10 centímetros
de alto y, en cada extremo, se cierra con circunferencias de 12 centímetros que
contienen seis luces led y se desenroscan para “cargar” con agua las celdas.
Ese modelo tiene autonomía por 15 horas y la celda se degrada menos si se
mantiene húmeda solo mientras se usa.
“Ganar el premio, la verdad que fue una gratísima sorpresa,
mi idea es que llegue a lugares de acceso difícil, a personas que no cuentan
con suministro eléctrico, que tienen que iluminarse con lámparas de gas, quiero
que llegue al bosque chaqueño. Además, no estás trabajando con una pila que
deja residuos contaminantes, el óxido de magnesio que compone la celda incluso
se usa como fertilizante“, concluye el inventor.

No es científico, ni ingeniero, pero sí se califica como un gran “entusiasta de la electrónica y la computación”. “Soy una persona muy curiosa, armé mi primera computadora solo con mis manos, sin mucha información, en la época preinternet”

No hay comentarios:
Publicar un comentario